LA MÁS GRANDE SOPRANO DEL SIGLO XX
MARIA CALLAS
María Anna Cecilia Sofía Kalogeropoúlos, más conocida
como María Callas, fue una soprano griega considerada la cantante de ópera más
eminente del siglo XX. Capaz de revivir el bel canto en su corta pero
importante carrera, fue llamada «La Divina» por su extraordinario talento vocal
y actoral.
Era hija de Evangelia Dimitriadis y George
Kaloyerópulos, una pareja de emigrantes griegos que llegaron a Estados Unidos en agosto de 1923, asentando su domicilio en la ciudad de Nueva York.


El debut de
María fue en febrero de 1942, en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, con la
opereta Boccaccio. El primer éxito lo tendría en agosto de 1942 con Tosca,
en la Ópera de Atenas. Pronto cantó Fidelio, Tiefland y Cavalleria rusticana, también en
Atenas. En 1944,
durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas
ocupantes pierden el control de Grecia y
la flota británica llega al puerto de El Pireo.
María decide volver a los Estados
Unidos para encontrarse con su padre.
Sus éxitos
no fueron muchos hasta que la quiso escuchar Edward Johnson, el director general
del Metropolitan Opera House, quien le ofreció
inmediatamente los principales papeles en dos producciones en las temporadas
de 1946-1947: Fidelio,
de Ludwig van Beethoven, y Madama
Butterfly, de Giacomo
Puccini. Para sorpresa de Johnson, María rechazó los papeles: no
quería cantar Fidelio en inglés, y consideraba que el rol de
Butterfly no era el mejor para su debut en América.
Su personificación de
la protagonista de la Norma de Vincenzo Bellini en Florencia,
en 1948, acabó de consagrarla como la gran soprano de su generación y una de
las mayores del siglo. La década de 1950 fue la de sus extraordinarios
triunfos: en absoluta plenitud de sus medios vocales, protagonizó veladas
inolvidables, muchas de ellas conservadas en documentos fonográficos de
inestimable valor, en las que encarnó los grandes papeles del repertorio
italiano belcantista y romántico para soprano.
En 1954 hace su debut en Estados Unidos, en la Lyric Opera of
Chicago, como Lucia di Lammermoor. En 1955, probablemente su mejor año escalígero, canta una Norma que adquirirá estatus de legendaria, junto a Giulietta Simionato y Mario del Mónaco, dirigida por Antonino Votto, y en Berlín junto a Herbert von Karajan canta una Lucia di Lammermoor histórica para la reapertura de la Deutsche Oper Berlin. El delirio del público hace que se deba repetir el sexteto
del segundo acto.

Su vida personal, sin embargo, distó mucho de ser afortunada: su primer matrimonio (1949) con el empresario G. B. Meneghini se rompió al cabo de diez años, y su posterior relación con el millonario griego Aristóteles Onassis tampoco le aportó la felicidad ni la estabilidad necesarias para proseguir su carrera.
Ésta
perdió fuerza en la década de 1960, y en 1965 anunció que se retiraba de los
escenarios a consecuencia de su frágil salud.
Su
muerte repentina, a causa de un ataque cardíaco, el 16 de septiembre de 1977, París, Francia dejó un hueco en
el mundo de la lírica que ninguna otra soprano ha sido capaz de ocupar.